Todos los hijos de Dios pueden profetizar

 

A menudo pensamos que profetizar es cosa de “expertos” o “ungidos”;  ¿pero es realmente así como Dios lo diseñó?.  Con certeza no es lo que la escritura dice, en ella Dios nos anima,  alienta a desear, anhelar con pasión los dones espirituales y especialmente profetizar, porque a través de él podemos expresar el corazón e intensión de Dios, trayendo aliento, consuelo, edificación, para las personas y la iglesia.(1 Cor 1:14)  

Todo don se sustenta en la naturaleza de Dios, quien es la persona más llena de amor, confiable, integra, correcta, justa. Primero debemos tener presente que la seguridad en lo que declaramos está basada tanto en la verdad de Dios, como en su naturaleza que no cambia.

Así que la cosa más maravillosa que podrás hacer con tu vida es confiarla en Dios, estando totalmente seguro en su carácter e integridad, Él es la fuente de tu gran felicidad, es verdadero y consistente. Nos ha dejado al amado Espíritu Santo quien imparte los dones espirituales y cuya vocación es conducirnos al corazón de Dios. La Escritura es la palabra profética por excelencia, la más confiable y el Espíritu Santo recrea, actualiza y otorga vida a la Palabra de Dios, desatando su poder creativo, nos la imparte comunicando no solo un mensaje, sino retratando al poseedor del mensaje, haciéndola pertinente a tu vida, circunstancias y declarando la voluntad de Dios sobre ti.

Recuerdas el momento que recibiste una palabra profética, ¿qué impacto provoco en ti?, ¿que hizo que esas palabras fuesen algo tan poderoso y sobrenatural?

 Cuando esas palabras están alineadas al corazón e intensión de Dios, ellas no son solo palabras, como Jesús dijo, son espíritu y vida, ellas no solo afectan tu mente, sino todo tu ser, cuando son impartidas, eres profundamente conmovido, porque confirman algo en ti, inundando todo tu ser, de un sentido de destino, propósito, llegando a tocar tu ser más íntimo.

Amamos y creemos en Dios que es profético por naturaleza, que anuncia desde del comienzo el fin, que no inicia nada que primero no haya concluido y luego nos invita a ser parte de ello. Fuimos hechos a su imagen y semejanza, al nacer de nuevo, recibimos a la persona más profética, Cristo, quien habita en ti por medio del Espíritu Santo, el cual anhela que seas un mensajero que traiga aliento y desates el cielo en la tierra. Que honor y alegría produce caminar con Dios  siendo comisionados para compartir su intensión y corazón a la vida de las personas, trayendo esperanza, confortando los corazones, impulsándoles y motivándoles a vivir una vida asombrosa.

Hay una embajada del cielo en la tierra; es la iglesia, somos tú y yo, para anunciar la buena, perfecta y agradable voluntad de Dios. Por qué esperar más; que la aventura de llenar la tierra de la bondad de Dios comience ¡!                                                                                                                  

Autor: Marizella Valdés

 

                                                                                                              

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